TINTERO
Poco importa la afiliación política y menos aún la ideología, tanto la sincera como la cínica
La mafia mexicana o el narco como llave del poder Alea iacta est, “la suerte está echada”. Así se pronunciaba Cesar al cruzar hacia el corazón de la república romana con sus tropas, dejando a su paso el mundo de antes, y marcando una nueva ruta para millones de porvenires, que brotaron de un momento decisivo y que pueden trazarse a un contundente punto de no retorno. La historia de Roma no sería la misma, para bien o para mal, y sin embargo, poco podría imaginarse un campesino en la península que un movimiento militar, no del todo inusitado pudiera gestar consecuencias de alcance milenario. Es en el mirar hacia atrás que se encuentran las fracturas más determinantes, y rara vez un pueblo se percata de estar en el momento de inflexión sobre la balanza del destino.
Los recientes hechos acontecidos en nuestro país, destacando el atentado contra el secretario de seguridad ciudadana de la ciudad de México, Omar García Harfuch, y los tan mediáticos despliegues de fuerza e incluso mercadotecnia del llamado cartel Jalisco Nueva Generación ponen el reflector, el cual nunca se había retirado del todo, sobre un tema que sobrepasa la categoría de problema de gobernabilidad para la nación y ha cruzado ya el rubicón hacia la amenaza existencial para México. Los periódicos internacionales reportan perplejos la estrategia de “abrazos, no balazos” que ha dejado de ser cómica para resultar macabra por su vacuidad. La problemática, todo menos novedosa, no está siendo afrontada de manera distinta a administraciones anteriores, igualmente culpables de no proporcionar soluciones verdaderas, si acaso se pudiera decir que está siendo afrontada. La pregunta vital se podría plantear de la siguiente manera: ¿Se puede realmente extirpar la dinámica del narcotráfico del organismo que es la nación mexicana? ¿Se puede siquiera pensar en un gobierno que hiciera frente a dicho problema, en la manera que se esperaría, quizá ingenuamente, desde el punto de vista de cualquier ciudadano a pie de calle?
Bruce Bueno de Mezquita postula que el poder en un país, independientemente de si el regimen del mismo es democrático o tiende hacia lo dictatorial, realmente siempre recae en reducidos grupos esenciales, y donde el poder se mantiene por medio de coaliciones ganadoras, las cuales pueden ser tan disímiles ante la mirada externa como para generar aparentes incongruencias.
Finalmente, dice Bueno de Mezquita, quien quiera mantener el mando, deberá respetar y alimentar a las llaves del poder, este grupo selecto de elementos esenciales en el funcionamiento de un régimen político. Es responsabilidad quizá de los historiadores remarcar el momento exacto, probablemente situado en algún punto entre los años 70, el asunto Iran-Contra, y el crecimiento del mercado de la metanfetamina en décadas recientes, pero el narcotráfico ha consolidado grupos de poder dentro del país, que más allá de ser importantes, se han vuelto “esenciales” para quien sea que quiera comandar el timón nacional.
Poco importa la afiliación política y menos aún la ideología, tanto la sincera como la cínica, en evadir la realidad de que tratar de extinguir el problema de los carteles va directamente en contra del acceso, y más aun, de la permanencia en el poder. Terrible ironía, del mismo poder que sería el único con la legitimidad y alcance para erradicarlos. De esta manera se ha cruzado un umbral en la lógica de la política, un ouroboros de intereses que no puede destruir aquello que lo genera, a la vez que su existencia misma amenaza con destruirle. Una bomba de tiempo que explota al momento de ser desactivada. Un panorama poco esperanzador para el ciudadano promedio, que simplemente quisiera ver a su país salir adelante y remover el lastre social que representa la situación, la exigua esperanza de un cambio.
Es difícil saber si se ha cruzado ya el punto de no retorno en la estructura vital del poder legítimo en México, donde la situación invita incluso a poner en tela de juicio el concepto mismo de legitimidad. Al final como país podríamos encontrar consuelo en la frase de Shakespeare, quien, situándonos en la antigua roma en su obra Julio Cesar decía: “la falta no está en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos, que somos subordinados.”
POR: YAHAN BERMUDEZ
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